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La Unión Europea tiene que salir de la espiral de plaguicidas: llegó la hora de prohibir el glifosato

23.03.16 Editorial
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La resistencia de los Estados miembros y los ciudadanos movilizados postergó que la Unión Europa renovara la autorización del herbicida tóxico glifosato, ingrediente activo del Roundup de Monsanto y el herbicida más usado en el mundo. El 8 de marzo, el Comité Permanente de la UE sobre plantas, animales, alimentos y piensos pospuso la decisión cuando Italia se unió a Francia, los Países Bajos y Suecia en oponerse a la renovación. Pero habrá una votación en mayo, y se necesita más presión para asegurar que la Comisión Europea no llegue a acuerdo con las gigantes compañías de la agroquímica que mantendrían a Europa encerrada en una espiral mortal, aumentando la aplicación de plaguicidas por otros quince años.

En marzo del año pasado, el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IACR por su sigla en inglés) de la Organización Mundial de la Salud  publicó un informe en el que clasificaba al glifosato como "probablemente cancerígeno para los seres humanos". El IARC cita pruebas de Canadá, Suecia y Estados Unidos que relacionan la exposición ocupacional de trabajadoras y trabajadores a glifosato con un mayor riesgo de linfoma no Hodgkin (cáncer de la sangre) y "daño del ADN y los cromosomas en mamíferos, y en células humanas y animales in vitro", entre otros riesgos.

Monsanto y las empresas agroquímicas denunciaron inmediatamente el informe y activaron su mecanismo de cabildeo. En noviembre, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), a partir de informes no publicados elaborados por la industria para el Instituto Federal de Alemania para la Evaluación de Riesgos, rechazó oficialmente las conclusiones del IARC, allanando el camino para renovar  la autorización vigente cuando venza en  junio.

El informe del IACR señala que se ha detectado glifosato "en el aire durante la pulverización, en el agua, y en los alimentos" y "en la sangre y la orina de trabajadoras y trabajadores agrícolas, lo que indica absorción".  En una reciente investigación de la Fundación Heinrich Böll, en la que participaron más de 2.000 alemanes de zonas rurales y urbanas, se detectó glifosato en la orina de un 99,6 % de los analizados, en algunos casos con niveles 42 veces más altos que lo legalmente permitido en el agua potable. Tan omnipresente es el glifosato, que se ha detectado en productos de higiene femenina, hace poco en Francia, donde en febrero fueron retirados del mercado productos manufacturados ostensiblemente con algodón orgánico.

Desde su introducción comercial en 1974, se estima que han ingresado en el medio ambiente 8600 millones de kilos, y su uso aumentó en forma impresionante después que Monsanto comercializó los cultivos 'Roundup Ready', que son modificados genéticamente para resistir aplicaciones de glifosato.

Todo esto, y las pruebas indicadoras que identifican al glifosato y sus formulaciones comerciales como disruptores endócrinos, cuya comercialización debería prohibirse según la ley de la UE, en aplicaciones de "protección a cultivos", no ha detenido el apresuramiento de la Comisión Europea y sus agencias por autorizar otros 15 años de uso de glifosato.

Si la autorización continuara no solamente pondría en riesgo las vidas en Europa sino que aumentaría los esfuerzos por revertir la reciente prohibición al glifosato de Sri Lanka y descarrilaría el impulso hacia una prohibición o una importante restricción del glifosato en Argentina, Brasil, El Salvador y otros lugares.

El uso incontrolado de agroquímicos tóxicos, incluido el uso "profiláctico" de productos químicos como los neonicotinoides, que están diezmando a los polinizadores silvestres, ha hecho proliferar "supermalezas" resistentes y "superbacterias que requieren más aplicación de formulaciones químicas cada vez más tóxicas. El 8 de marzo, el mismo día en que el Comité Permanente debió haber adoptado una decisión sobre el glifosato, el Ministerio de Agricultura de Francia dio a conocer cifras que muestran un incremento constante en el uso de plaguicidas en los últimos años, con un aumento especialmente pronunciado del 9,4% en 2014 (último año del que hay datos disponibles) con relación al año anterior.

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Europa necesita una estrategia para salir de la noria de los plaguicidas.  La alternativa al glifosato no es el paraquat, que mata anualmente a unas 40.000 personas, en su mayoría trabajadores y trabajadoras agrícolas, o formulaciones mejoradas como el sistema "Enlist" de control de malezas de Dow Chemical, sobre la base de semillas que han sido modificadas genéticamente para resistir a una formulación plaguicida que combina glifosato con el altamente tóxico 2,4 -D, que es el ingrediente activo del agente naranja usado por el ejército de Estados Unidos para destruir los alimentos y los bosques en Vietnam. La alternativa es un amplio apoyo a un sistema alimentario más seguro, más sano que no ponga a los trabajadores y trabajadoras agrícolas en la primera línea de exposición.

Ahora se debe aplicar máxima presión a la Comisión Europea, a AESA y al Comité Permanente para asegurar que se prohíba el glifosato en la Unión Europea y que se pongan a disposición recursos constantes para promover la transición hacia una producción no química de alimentos que sostenga y enriquezca al sistema alimentario del que todos dependemos, en vez de destruirlo.