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Coronavirus: lo que se aprende de una pandemia

13.03.20 Editorial
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¿Qué podemos aprender de la rápida propagación mundial del coronavirus (COVID-19), ahora presente en más de 100 países y que ya tiene un impacto devastador en miembros, trabajadores y trabajadores de la UITA en todas partes?

Estamos pagando el precio de décadas de austeridad obligada. Pocos gobiernos están equipados, si es que alguno lo está, para manejar una epidemia de esta intensidad porque en todas partes los sistemas de salud han sido golpeados por décadas de recortes y privatizaciones. En la mayoría de los países pobres, al igual que en el rico Estados Unidos, donde el virus se propaga rápidamente, la atención de salud pública es limitada o inexistente. Los trabajadores y trabajadoras de la salud en todas partes están sobrecargados, mal pagados y luchan con la falta de infraestructura y suministros médicos básicos. Se necesita con urgencia una inversión sostenida en atención médica básica para contener el COVID-19 y prepararse para las futuras pandemias sobre las que han advertido documentados expertos y expertas desde hace mucho tiempo, y esa inversión debe ser permanente.

Millones de personas trabajadoras en países pobres sufren de una aguda falta de agua potable; el lavado de manos y la higiene básica como medidas de contención del virus son imposibles si no hay provisión de emergencia en una escala sistemática. También son difíciles de implementar en sectores donde el ritmo de trabajo se ha vuelto tan infernal que trabajadoras y trabajadores no tienen tiempo ni siquiera para ir al baño. Hay que obligar a los empleadores a aceptar un incremento de lo que llaman "períodos de inactividad" para permitir adecuadas medidas de higiene que no van a conceder sin luchar. Las autoridades públicas van a tener que intervenir.

La masiva tercerización del trabajo y la creciente inseguridad económica en las últimas décadas aseguran que muchos trabajadores y trabajadoras potencialmente expuestos continúen trabajando en vez de ir voluntariamente a autocuarentena. Sin embargo, los trabajadores y trabajadoras, como víctimas potenciales y como vectores para propagar el contagio, permanecen al margen de la planificación de la emergencia del virus.

Una declaración conjunta sobre la crisis turística de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas pide una respuesta "en la que participen todas las partes de la cadena de valor del turismo: organismos públicos, empresas privadas y turistas". Una declaración del 11 de marzo saluda "la solidaridad del sector turístico y los turistas individuales". En este escenario, los trabajadores y trabajadoras del turismo, sector que representa más del 10 % del empleo mundial, ni siquiera están presentes. Ausentes de 'la cadena de valor', pueden ser enviados a  trabajar en hoteles convertidos en improvisados centros de cuarentena (solamente en inglés), sustituto potencialmente letal de las necesarias medidas de salud pública. Es una receta para garantizar un mayor contagio, cuando el objetivo es la contención.

La precariedad económica y social promueve la propagación del coronavirus, pero ni los gobiernos nacionales ni la OMS la abordan. Cuando contener la propagación del virus es primordial, no se debería obligar a ningún trabajador o trabajadora a elegir entre renunciar a un salario o seguir trabajando a riesgo de exposición personal y transmitir el riesgo a otras personas. Sin embargo, en el Senado de Estados Unidos los republicanos bloquearon un proyecto de ley para proporcionar un pago por enfermedad a trabajadoras y trabajadores que estén enfermos o hayan seguido el consejo del Centro Federal de Control de Enfermedades de quedarse en cuarentena durante 14 días. Es necesario que haya fondos disponibles de inmediato para indemnizar la pérdida de ingresos (pago universal por enfermedad) a nivel nacional e internacional. Las organizaciones sindicales tienen que participar en todos los niveles en el desarrollo e instrumentación de cómo aplicar los programas para que surtan efectos. Y la OMS, como organismo mundial responsable de proteger la salud pública, debe abogar por la protección del empleo y los ingresos como medidas esenciales de salud pública.

La mayoría de las personas en los sectores de la UITA trabaja en pequeñas y medianas empresas. Son las peor equipadas para resistir un gran golpe económico. Para estas empresas y sus empleados y empleadas, las propuestas de aumentar la demanda y reducir el costo de los préstamos en gran medida carece de importancia. Las tasas de interés nunca han estado más bajas. Desde la crisis financiera de 2008, con el dinero barato no se ha hecho otra cosa que financiar más activos para los ricos, desviando la inversión de la economía real y de medidas fundadas para combatir la crisis climática, mientras que se vacían los servicios públicos y los sistemas de seguridad social. La precariedad financiera, al igual que el trabajo precario, crean un ambiente fértil para la propagación de virus.  

Los gobiernos y los organismos supranacionales tienen que actuar para garantizar que se proporcione financiamiento de emergencia para apoyar los ingresos y el empleo, mantenerlos a medida que se contiene el virus y comprometerse a apoyar inversiones públicas sostenidas. Las organizaciones sindicales se tendrán que organizar y luchar para que esto suceda.