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¿Por qué no hay comida en la mesa de la Conferencia de Cambio Climático de la ONU?

27.11.15 Feature
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Mientras gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil se preparan para la Conferencia de Cambio Climático de las Naciones Unidas en París (COP21), desde el 30 de noviembre al 11 de diciembre, una fuerza importante detrás del calentamiento global sigue sin estar en el programa: el sistema alimentario.

Hace mucho que son evidentes los devastadores efectos del cambio climático en la producción de alimentos, pero los gobiernos, e incluso muchos activistas climáticos no han enfatizado o apreciado lo suficiente el papel fundamental del sistema alimentario en el impulso del calentamiento global. Esto abre el camino para que la agroindustria corporativa, cuyos métodos de producción se encuentran en el núcleo del nexo entre alimentos y clima, se presente falsamente como parte de la solución. Y margina la fundamental función que pueden tener potencialmente los trabajadores agrícolas, junto con los pequeños productores, en el enfriamiento del planeta.

Sabemos que el aumento de temperatura afecta directamente la forma en que se producen los alimentos. Tormentas extremas, sequías, desertificación y cambios en la disposición de la vegetación, erosión del suelo y disminución de la disponibilidad de agua dulce hacen que la producción de alimentos sea más volátil y los medios de vida más precarios.

Pero en 2006, el pionero Informe Stern sobre la Economía del Cambio Climático identificó a la agricultura y el uso de la tierra (principalmente la agricultura y la silvicultura) como directamente responsables del 32% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), por encima de cualquier otra industria o sector individual. El Informe Stern puso a la industria y el transporte en 14 % cada uno: y en ese informe los insumos agrícolas como fertilizantes y plaguicidas sintéticos, cuya producción realiza un uso intensivo de energía, están ubicados dentro de la industria, no dentro de alimentos.. Estudios más recientes muestran resultados muy similares.

La fuerza impulsora en la elevación de las emisiones de GEI en la agricultura es la expansión e intensificación de la producción de monocultivos de exportación con aplicación intensiva de combustibles fósiles, que externaliza los costos, incluido el costo del cambio climático. La mayor parte de la deforestación, que representa alrededor del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero está vinculada a la expansión de los monocultivos comerciales. La soja y el aceite de palma son los ejemplos más notorios, pero todos los monocultivos de gran escala, por su naturaleza contribuyen a la acumulación de gases invernadero.

Según el Informe Stern "los fertilizantes son la mayor fuente (38%) de las emisiones procedentes de la agricultura. Se espera que las emisiones agrícolas aumenten casi un 30% en el período hasta 2020 .... Se espera que alrededor de la mitad del crecimiento proyectado de las emisiones provenga del uso de fertilizantes en suelos agrícolas ". Un estudio de 2014 de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) sostiene que la fermentación entérica (metano producido por el ganado como subproducto de la digestión) supera la utilización de fertilizantes con un 39% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura, pero confirma que la aplicación de fertilizantes sintéticos es la fuente de más rápido crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura, con un crecimiento del 37% solo en la década de 2001 a 2011. Y la FAO identificó una serie de medidas para reducir significativamente las emisiones de metano derivadas de la ganadería.

El desglose de los fertilizantes de nitrógeno produce óxido nitroso, un gas de efecto invernadero cuyo poder de calentamiento climático es 296 veces más potente que el dióxido de carbono. La escorrentía de fertilizantes de nitrógeno es uno de los motores de la eutrofización, que agota el agua de oxígeno y mata a especies vegetales y animales en aguas dulces y las zonas costeras, a su vez contribuye al calentamiento global.

La producción de fertilizantes es extremadamente intensiva en uso de energía: el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IOPCC por su sigla en inglés) ha estimado que la producción de fertilizantes por sí sola representa hasta el 2 % de la producción mundial de energía. Un reciente artículo de Grain señala que la producción de fertilizantes depende cada vez más de gas natural obtenido mediante fracking, que libera a la atmósfera enormes cantidades de metano, otro gas de efecto invernadero más potente que el dióxido de carbono.  

La fabricación de plaguicidas representa hasta el 16% del consumo de energía de los cultivos en tierras labradas. A medida que los agroquímicos son más complejos y más tóxicos en respuesta a rendimientos decrecientes, el uso de energía en su producción se eleva. La enorme expansión de los cultivos genéticamente modificados (modificados para resistir la aplicación de grandes cantidades de plaguicidas) ha contribuido a la expansión mundial del uso de plaguicidas, la pérdida de la biodiversidad y la destrucción de los nutrientes del suelo, lo que ha llevado a un círculo que va aumentando la dependencia de los productos químicos, incluidos fertilizantes sintéticos.

A mayor expansión de los monocultivos intensivos, mayor vulnerabilidad del sistema alimentario a las crisis climáticas y biológicas. Estos choques tienen su mayor impacto en las personas pobres y que padecen hambre, más de la mitad de las cuales son productores de alimentos: trabajadoras trabajadores agrícolas asalariados, campesinas y campesinos.

La base técnica para la transición a la producción de alimentos ecológicamente sustentable está disponible, es accesible y de bajo costo. La alternativa al uso intensivo de energía de los monocultivos que emiten GEI  es la agricultura mixta de pequeña escala: el policultivo.

Se pueden lograr importantes reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero, alcanzables de forma inmediata a través de policultivos, producción mixta de ganadería y cereales y sistemas de rotación que utilicen cultivos para controlar las plagas e inyectar nutrientes al suelo, reduciendo sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero con rendimientos equivalentes o superiores. Las técnicas sustentables con baja intensidad de insumos enriquecen la materia orgánica del suelo, preservan la biodiversidad, conservan la parte superior del suelo y el agua y con adecuado apoyo puede generar empleo rural social y ambientalmente sostenible.

Según la acreditada Evaluación Internacional de Naciones Unidas sobre el  Conocimiento,  Ciencia y Tecnología en el Desarrollo Agrícola  (IAASTD) :  “Los ecosistemas agrarios inclusive de las sociedades más pobres tienen el potencial, mediante la agricultura ecológica y la Gestión Integrada de Plagas, de satisfacer o exceder significativamente los rendimientos producidos por métodos convencionales, reducir la demanda de la conversión de tierras para la agricultura, rehabilitar los servicios del ecosistema (en particular, el agua), así como disminuir el uso y necesidad de fertilizantes sintéticos derivados de combustibles fósiles y a la vez de fuertes insecticidas y herbicidas".

Las barreras a la transición son de carácter político, no técnico. Estas técnicas desafían los monopolios de patentes de los gigantes de semillas, plaguicidas y fertilizantes que controlan el mercado de los insumos agrícolas, así como el poder de la agroindustria mundial y de los comerciantes y procesadores mundiales de commodities.

Y como señala Grain, en el período previo a la COP 21 "Sólo hay una importante iniciativa intergubernamental que ha surgido para hacer frente al cambio climático y la agricultura, y es controlada por las grandes empresas de fertilizantes del mundo": la Alianza Global por Agricultura "climáticamente inteligente", lanzado el año pasado en la Cumbre de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio climático en Nueva York. 'Agricultura climáticamente inteligente' es otra práctica habitual de grandes empresas.

Si la agricultura todavía no está en la agenda de los cónclaves climáticos intergubernamentales, es porque la agroindustria corporativa ha logrado identificar los métodos de donde derivar beneficios en la producción de alimentos como tal: se trata de una mistificación peligrosa que tiene que ser impugnada para poder abordar y revertir la función del sistema alimentario en el cambio climático.

Una parte importante de ese reto implica apoyar las demandas de los trabajadores agrícolas, que reclaman una forma de vida y un ambiente laboral seguros, que se eliminen los productos químicos tóxicos que envenenan sus cuerpos y sus vidas, su reivindicación de agua potable, empleo seguro y salario digno. Estas demandas forman parte integral de la lucha por un sistema alimentario sostenible respetuoso del clima, al igual que los reclamos de los pequeños productores para acceder a la tierra, el agua y de apoyo político y financiero.

El cambio de temperatura de un grado Celsius atribuible a la actividad humana ha sido suficiente para fundir el 80% del hielo del Ártico desde 1980. Es poco probable que COP21 adopte y aplique medidas para frenar un nuevo aumento del 2% y más - a menos que podamos organizarnos más eficazmente. Es hora de poner el sistema alimentario en la cima de la agenda, no como víctima de un daño colateral del calentamiento global, sino como fuente del problema y componente esencial de la solución.