Published: 29/09/2009
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En tanto que la OCDE dio a conocer su último informe ‘Perspectivas del Empleo’ (‘Employment Outlook’), que prevé un total de 57 millones de desempleados en los 30 países más ricos del mundo para el año próximo, se caldeó la batalla en torno al precio de la absorción de la compañía Cadbury de productos de confitería –con sede en el RU– por parte de Kraft, la segunda mayor compañía de alimentos del mundo.

El Presidente de Cadbury, Todd Stitzer, anunció el 22 de setiembre su precio: USD 20.400 millones, por encima de los USD 16.700 millones iniciales de Kraft. La  discusión en torno al precio, lo cual también indujo a los analistas a especular sobre un posible movimiento por parte de Nestlé y Hershey, produjo el entusiasmo de los analistas financieros a raíz de la “inyección de estímulo” para las fusiones y adquisiciones (M&A, por su sigla en inglés) y “el retorno del resonar de las fusiones y adquisiciones”. Las bolsas de alimentos de Europa ascendieron súbitamente, incitadas por lo que Reuters calificó como “esperanzas de consolidación” para el sector de la alimentación. El precio de las acciones de Cadbury trepó 40% en su comercialización matutina el día que se anunció la oferta de absorción. También otros “indicios” de recuperación fueron detectados.

¿Qué significa este ‘sonido’ para los trabajadores/as? Las fusiones y adquisiciones globales registraron los puntos más altos de la historia, después de los cracs de las bolsas de valores y de dot.com en los años 2001 y 2002, elevándose exponencialmente desde el 2004 hasta el 2006, cuando ascendieron al increíble monto de USD 3,6 billones. Los alimentos y las bebidas se contaron entre los sectores más activos. El volumen y el tamaño de los negocios se incrementaron sostenidamente, alentados por la intervención a gran escala de los fondos de capital riesgo. Bajo la implacable presión de generar “valor para el accionista”, los activos recién “consolidados” fueron liquidados para devolver dinero en efectivo a los inversores mediante dividendos y recompras de acciones. Las liquidaciones, clausuras y reestructuras eliminaron puestos de trabajo; la subcontratación y la eventualización degradaron lo que quedaba. “Cualquiera puede ser reemplazado en 24 horas”, así lo dijo a la prensa Brabeck, el Presidente Ejecutivo de Nestlé. Los fondos de pensiones fueron reducidos poco a poco y clausurados a medida que se acumulaban los pasivos, en tanto que los bancos de inversiones y los abogados que financiaban y “asesoraban” los negocios arrasaron con miles de millones.

En el período 2004-2006, con el alegre resonar de las fusiones y adquisiciones, el sector europeo de alimentos descartó más puestos de trabajo que ningún otro sector, incluyendo metales y textiles, con excepción de la agricultura. El origen de la masacre no fue la tecnología – las compañías estaban demasiado ocupadas recomprando sus acciones y generando dividendos como para invertir de manera significativa en nueva tecnología o capacidad productiva. Tampoco fueron la subcontratación laboral en el extranjero o el comercio – no existían comestibles equivalentes a la ropa interior china amontonados en los muelles europeos. Los puestos de trabajo fueron barridos por una “resonante” motosierra de fusiones y adquisiciones, al tiempo que las compañías se disputaban el favor de las agencias calificadoras de riesgo y los inversionistas, compitiendo en la destrucción de activos productivos para extraer dinero en efectivo.

Esta vasta transferencia de fortuna – subvencionada mediante la destrucción de empleos, aceitada por un oneroso endeudamiento y la acumulación de deuda corporativa – fue ejecutada en nombre del “crecimiento”. Kraft celebró su retorno a los mercados accionarios públicos con un Plan de Crecimiento Sustentable que produjo 20 clausuras de plantas y 6.000 reducciones de empleos del 2000 al 2004. El crecimiento sustentable continuó con otros 8.000 recortes de puestos y 20 cierres adicionales de plantas en el período 2006-2008. Hasta que la crisis acabó de golpe con su rumbo, Kraft incrementaba sus dividendos todos los años, incluso en cada trimestre.
Se esperaba que otra ronda de reducciones de empleos y clausuras de plantas anunciada en febrero del 2008 generara reducción de gastos por la suma adicional de USD 1.150 millones – todo ello abonado a los accionistas. No importaba realmente que la propia dirección de Kraft no sabía aún dónde caería el hacha: menor número de personal = mayor valor para los accionistas. Los inversores estaban complacidos, así que en setiembre del 2009 los ejecutivos de Kraft anunciaron el cierre de otras 8 plantas, eliminando 4.700 puestos de trabajo.

La remuneración total de la Directora Ejecutiva Irene Rosenfeld trepó un 50% en el 2008, a USD 16,9 millones. Cuando dio a conocer la noticia, Kraft demostró su dedicación a la reducción de gastos anunciando, simultáneamente, que no produciría un lujoso informe anual para enviar por correo para la próxima reunión de accionistas.

La transformación financiera de Cadbury (una “intrínseca compañía británica” según el periódico Observer del RU) fue acompañada por el programa “Energía para el Crecimiento” del 2004, a través del cual la eliminación de 10% del personal mundial suministró dinero en efectivo para los accionistas. En el 2008, el programa “Energía para el Crecimiento” dio paso al programa trienal “Visión hacia la Acción”, el cual anticipa la supresión de 15% del personal de Cadbury. Como muchos de los relativos rezagados, actualmente Cadbury se está desempeñando mejor que los que comenzaron primero. Al contrario de Kraft, que ha congelado los dividendos y suspendido las recompras, Cadbury continúa incrementando los dividendos y en mayo lanzó un nuevo programa de recompra de acciones.

Las ventajas de una absorción de Cadbury por parte de Kraft, actualmente lidiando con una carga de deuda equivalente a casi la mitad de su capitalización en el mercado, va más allá de las tentadoras “sinergias” ofrecidas por las fuertes posiciones de las marcas de Cadbury en América Latina e India. Ante todo, la sinergia es financiera. “Esto es exactamente lo que necesita el mercado”, afirmó David Thebault, director de comercialización de ventas cuantitativas en Global Equities, a Reuters el 7 de setiembre. “Un resurgimiento que impulse más alto a las acciones después del alivio de la recuperación del 50 por ciento y, sobre todo, algo que relegará a las variables macroeconómicas”.

Estas son precisamente “las variables macroeconómicas” que han relegado y echado a la calle a los trabajadores/as. Cuando los inversores producen esta resonancia, los trabajadores/as tienen motivos para temer por sus puestos de trabajo. Es necesario que las organizaciones sindicales tomen medidas, en la mesa de negociaciones, en el parlamento, en las calles y en el G20, donde nunca han figurado en el orden del día.

En la actualidad se comprende ampliamente que los instrumentos financieros con nombres exóticos como hipotecas subpreferenciales (subprime),  obligaciones de deuda colateral (CDO, por su sigla en inglés), CDOs sintéticos y similares han sido simplemente denominaciones destellantes para vehículos de alto riesgo con la finalidad de enriquecer a los inversionistas financieros, a la vez que descargar el riesgo. Los esquemas de acción, visión futura y crecimiento que canalizan miles de millones hacia los inversionistas mediante la reducción de empleos a gran escala, la eventualización, el auge de lugares de trabajo no sindicalizados y la eliminación de beneficios de retiro pertenecen al mismo universo financiero. Están meramente disimulados por el modo en que los productos financieros todavía se etiquetan como productos alimenticios de marca.